EL NIÑO EMPERADOR
Cada vez más, nos llegan a consulta padres muy preocupados por las conductas de sus hijos e hijas, nos relatan cómo no pueden ir a grandes superficies ya que los peques les montan un número si no compran lo que ellos piden, exigen… cómo en casa, si no hacen lo que quieren montan en cólera, con rabietas, llantos y gritos¡¡¡
¿Pero cómo
son esos niños? ¿Cuáles son sus características? ¿Es posible la prevención?
Nos referimos con
este nombre a niños que presentan determinadas características como:
·
Sentido exagerado de lo que les corresponde y esperan que los
que están a su alrededor se lo proporcionen.
·
Baja tolerancia a la incomodidad, especialmente si es causada por la frustración,
el desengaño, el aburrimiento, o la negación de lo que han pedido; entonces, la
expresan con rabietas, ataques de ira, insultos y/o violencia.
·
Presentan escasos recursos para la solución de problemas o afrontar
experiencias negativas.
·
Están muy centrados en sí mismos y creen que son el centro del
mundo.
·
Buscan las justificaciones de sus conductas en el exterior y culpan
a los demás de lo que hacen, por tanto, esperan que sean los otros quienes les
solucionen sus problemas.
No pueden, o no quieren, ver la manera en que sus conductas afectan a los
demás por lo que se dice que, muchos de ellos, carecen de empatía.
·
Piden hasta el extremo de la exigencia. Una vez conseguido, muestran su insatisfacción y vuelven
a querer más cosas.
·
Les cuesta sentir culpa o remordimiento por sus conductas.
·
Discuten las normas y/o los castigos con sus padres a quienes consideran injustos, malos, etc.
Pero comportarse así, les compensa ya que ante el sentimiento de culpa
inducido, los padres ceden y otorgan más privilegios.
·
Exigen atención, no sólo de sus padres, sino de todo su entorno. Y cuanta más se les da,
más reclaman.
·
Les cuesta adaptarse a las demandas de las situaciones extra familiares, especialmente en la
escuela, porque no responden bien a las estructuras sociales establecidas ni a
las figuras de autoridad.
·
Se siente tristes, enfadados, y/o ansiosos, y suelen tener una autoestima
baja.
Se tiende a culpar a
los padres de este tipo de conductas por ser demasiado permisivos y protectores con
sus hijos; aunque, también, influye el ambiente porque hoy los niños viven en
una sociedad consumista, individualista y que prima el éxito fácil y
rápido por encima de todo.
Además, puede existir
una predisposición genética de carácter que explicaría por qué dentro de
la misma familia, y en las mismas condiciones, sólo se ve afectado un miembro.
Señales de alerta ante el Síndrome del Emperador
Las señales que nos
deberían poner en alerta son las siguientes:
·
Hay que estar atentos a los niños que imponen de manera sistemática su
voluntad o tienen rabietas en lugares públicos delante de toda la familia.
·
Asimismo, nos debemos fijar en el niño que siempre se sale con la suya
puesto que, muchas veces, hacen girar a la familia siempre en torno a él.
Debemos pensar que, si se les deja hacer lo que quieren, acabaremos en las
redes del chantaje emocional.
Obviamente, llegados
a este punto, cualquier lector podría objetar que casi todos los niños pequeños
tienen muchas rabietas. Y, es cierto; todos tienen rabietas, pero hay
que intentar que no se salgan con la suya. En general, por encima del primer
año de edad,ya hay que marcar límites y el menor debe saber hasta dónde
puede llegar.
Posibles causas del Síndrome del Emperador
Son los padres
quienes deben ejercer su función. Así, los padres
hiperprotectores y permisivos, que claudican ante los caprichos de sus
hijos, porque creen que así “no sufren”, pueden establecer el caldo adecuado
para un niño tirano.
Otro factor
de riesgo es que exista una discrepancia educativa entre los
progenitores. Aunque ello pudiera ocurrir, los padres deben intentar unificar
sus personalidades y mantener una actitud educativa firme que permita
que no haya roturas entre ambos en la imposición de normas.
La estructura familiar ha cambiado mucho,
con divorcios y nuevas parejas frecuentes, los hijos únicos aumentan y, además,
los tenemos a una edad cada vez más tardía o los adoptamos. Entonces, es fácil
que un niño se convierta en un bien precioso cuyos deseos siempre hay
que satisfacer, que no puede sufrir ni conocer disciplina alguna.
Hasta el año, todo el entorno
sólo esta para satisfacer sus necesidades. A partir de ahí, va aprendiendo
estrategias para salirse con la suya, como las rabietas, por ejemplo, una manifestación
de descontento normal, pero que hay que saber atajar.
Hacia los cuatro años, lo habitual es que
el niño ya sea capaz de verbalizar su rabia y, a los cinco, de controlarse. A
excepción de los niños tiranos, que intentan imponer de manera sistemática su
voluntad, son agresivos, sufren constantes rabietas en lugares públicos y convierten
el día a día de toda la familia en un calvario.
Los padres acaban por
rendirse con sucesivas renuncias con tal de lograr paz. Y el niño mimado
pasa a ser el rey de la casa, de ahí a niño tirano, y por último, si la
agresividad persiste, se trasforman en adolescentes descontrolados y
maltratadores de sus padres.
La frustración
es un sentimiento normal durante el desarrollo infantil: el niño necesita,
desde que tiene más o menos un año, rutinas, reglas y límites claros sobre lo
que puede y no puede hacer.
Pero a partir de
los seis años hay niños que se muestran muy impulsivos, mienten, tienen
actitudes vengativas, no conectan con los demás, son insensibles, se
sienten poderosos, carecen de empatía… Estas son actitudes tiránicas, que a los
once años se pueden agudizar y a los 15 años ya son difíciles de encauzar.
Y es que educar no
es fácil, y debe implicar ciertas dosis de frustración, para equilibrar el
amor. El problema se presenta si no hay reacción por parte de los padres, que,
en su afán de buscar una excusa a todo –“el niño tiene mucho carácter”, “lo que
hace es normal a su edad”…- no se atreven a imponer límites, tal y como
decíamos anteriormente.
Así,el problema se va
agrandando hasta que la familia tiene la sensación de que se le ha ido de las
manos. ¿Qué hacer entonces? Se trata de actuar con sentido común, sin
exasperarse y sin violencia.
¿Qué hacer si mi hijo tiene el Síndrome del
Emperador?
Algunas pautas
eficaces pueden ser las siguientes:
1. Establecer reglas claras y explicar
las razones de esas reglas.
2. Ser coherentes. El padre y la madre
deben tener la misma opinión respecto a un mismo problema.
3. Mostrarse firmes respecto a lo que el
padre y la madre hayan decidido, de forma conjunta
4. No imponer un castigo que luego no se
cumpla. No olvidemos que existen castigos negativos y positivos
5. Supervisar las
actividades de los hijos.
6. Procurar gratificar
en vez de castigar.De igual modo, si nuestro hijo ha hecho algo de forma adecuada es preciso
el refuerzo positivo que, obviamente, no tiene porqué ser nada material
7. En el caso de los
niños más caprichosos, se debe intentar hacer lo posible para mejorar
nuestra relación con ellos.
8. Otorgar a los hijos responsabilidades
acordes a su edad, como recoger la mesa o ponerla, sacar la basura, hacerse
la cama, sin importar el sexo.
9. No apartarles ni
sobreprotegerles, ambas cosas podrían configurar un niño tirano