Los denominados problemas de conducta se están convirtiendo en una fuente de preocupación para las
familias, la escuela y la sociedad en general. Aparecen cuando los niños –o
adolescentes tienen que cumplir ciertas
normas y someterse a un cierto grado de disciplina (Díaz, Jordán, Vallejo y Comeche,
2006) que les suponga no conseguir una satisfacción inmediata.
Algunas conductas de oposición
son, en determinados momentos, importantes para el desarrollo y la formación de
la propia identidad y la adquisición de habilidades de autocontrol y desarrollo
personal. Sin embargo, hay niños y niñas en los que la frecuencia y la
intensidad de sus emociones están claramente por encima de lo que podría
considerarse normal para su edad o grupo de referencia.
La mayor parte de los problemas
de conducta que muestran los niños pueden explicarse como un desajuste dentro de su contexto familiar,
escolar o social, pero si éste permanece
en el tiempo, los niños que lo presentan pueden ser señalados como problemáticos con la consiguiente etiqueta que,
además, suele ir acompañada de otros problemas que dificultarán las
posibilidades de adaptación y normalización de su desarrollo.
Los cambios sociales de valores y
normas se producen actualmente a una velocidad vertiginosa. Están en alza el
individualismo y la consecución del bienestar inmediato y permanente mientras que
el esfuerzo y el trabajo a largo plazo están claramente a la baja.