Strategia·Psi, L'Atelier " Adolescentes"
El pasado jueves, un
grupo de padres y yo (que también soy madre) nos reunimos en la Sala de un
Instituto de la zona. El interés de estos padres y el objeto de la sesión era
conocer “la etapa conocida como Adolescencia”. Esa etapa temida por muchos más
que nada por “la mala prensa”.
“Tienes un hijo adolescente??? Te compadezco¡¡¡”
INTERESARSE POR LO QUE HACEN Y PARTICIPAR EN SU ENTORNO
La familia es posiblemente la
influencia más importante en el desarrollo de los niños y adolescentes, pero no la única. Hay muchas
otras, como los amigos, la escuela, los medios de comunicación, internet, o las
características del barrio o entorno en el que viven.
En ocasiones, la influencia que ejercen es muy positiva, y constituyen un
gran apoyo para los padres. Sin embargo, otras veces su influencia va en contra
de aquello que deseáis para vuestros hijos. Por eso, es importante que los padres y madres conozcáis el entorno en el que se
mueven vuestros hijos, tratando de influir en él positivamente, por ejemplo:
›
Participando en la escuela: acudiendo a las reuniones
de inicio de curso, asistiendo a las tutorías, participando en las actividades
del centro, teniendo contacto con otros padres y madres, participando en las
actividades, reuniones, charlas, etc.
A veces, esto supone participar en decisiones tan importantes como las
normas del centro, la organización, o las actividades que se realizan. Además,
si en algún momento hubiera problemas, esto permite conocerlos y abordarlos a
tiempo.
›
Manteniendo un contacto natural con sus amigos/as: conocerlos, invitarles a casa, conocer a sus padres y tener cierta
relación con ellos…, os facilitará conocer mejor cómo son los entornos en los
que se mueven, qué hacen, etc.
›
Conociendo y utilizando los recursos comunitarios de vuestro barrio o pueblo, participando en sus asociaciones, utilizando
sus equipamientos, contactando con otras personas, y contribuyendo así al
desarrollo comunitario.
›
Ayudándoles a analizar los mensajes que aparecen en los medios de comunicación e internet, estando tiempo con ellos,
supervisando y compartiendo lo que ven, ayudándoles a desarrollar un
pensamiento crítico, etc.
LA ADOLESCENCIA
La adolescencia es un periodo de transición, es una continuidad en el desarrollo
personal del ser humano. Es un periodo normal de transición entre edades donde
confluye la estabilidad, la transformación y el cambio. La estabilidad viene
dada porque la personalidad que se sigue construyendo en esta
etapa se hace desde una historia previa y unos recursos que ya existen (por
ej: los niños que aprenden a actuar con iniciativa y autonomía en etapas anteriores
estarán mejor capacitados para realizar los ajustes correspondientes en la adolescencia).
Una auténtica transición a la vida adulta no se reduce
solo a la transformación del organismo infantil en un organismo adulto, tampoco
consiste en imitar el mundo externo de la vida adulta, ni siquiera basta con
adquirir el estatus social de adulto (los derechos y deberes correspondientes).
Es algo más, es además lograr la emancipación respecto de la
familia de origen, aunque el hecho de emanciparse de la tutela familiar no
siempre significa ser plenamente adulto.
El establecimiento
de normas y límites en el contexto familiar supone uno de los factores
de protección más significativos para reducir la probabilidad de aparición
de conductas de riesgo, tanto en la infancia como en la adolescencia.
El papel
de los padres en este ámbito se centra en establecer y aplicar unas normas
claras, pertinentes y razonables. El abanico de posibilidades a la hora de
inculcar esas normas en nuestros hijos abarca desde la total permisividad hasta
un control absoluto. Entre un extremo y otro existe un modelo que deja espacio
para la libertad, y que supone educar a los hijos en la capacidad para tomar
decisiones y para actuar de forma responsable ante los diferentes retos de la
vida cotidiana.
Los
límites y las normas son fundamentales porque:
• Otorgan
a los hijos sentimientos de seguridad y protección.
• Los
hijos van creando sus propios referentes y van adquiriendo unas pautas de lo que
es y no es válido, lo cual les ayudará a ir conformando su propia escala de
valores.
• Ayudan
a lograr una convivencia más organizada y promueven el sentido del respeto
hacia los demás y hacia uno mismo.
•
Preparan a los hijos para la vida en una sociedad que se rige por restricciones
y obligaciones, que deberán aprender a cumplir, por el bien de todos.
• Ponen
restricciones y límites al comportamiento de los hijos y les ayudan a
desarrollar, de forma progresiva, la tolerancia a la frustración, es decir la
capacidad para poder asimilar el sentimiento de frustración que provocará el
hecho de que no siempre les salgan las cosas como les gustaría.
El
espacio de libertad en el que pueden moverse los hijos, está condicionado por
dos aspectos fundamentales:
• La
edad: a medida que los hijos crecen madurativamente, el margen de libertad ha
de ser mayor.
• El
comportamiento: Conforme los hijos se comporten de forma responsable y tomen
decisiones adecuadas es preciso ampliar el espacio de libertad. Por el contrario,
éste ha de restringirse cuando las decisiones no sean las correctas o cuando el
niño/a se muestre irresponsable.
Cuando
los hijos son todavía pequeños, la indicación de las pautas ha de ser
directiva, porque en este periodo la moral es básicamente externa. Inicialmente
el niño cumple la norma, no porque la vea razonable, sino porque es impuesta.
Aprende que es algo que hay que hacer si quiere conseguir su objetivo (alabanzas,
sonrisas…) pero lo hace porque se lo mandan, no porque lo considere conveniente.
Sin embargo, es aconsejable comenzar desde edades tempranas a explicar “el
porqué” de cada norma, para que progresivamente comprendan su significado
social.
Cuando
los hijos aprenden a hacer cosas que se consideran adecuadas dentro y fuera de
la convivencia familiar, se les debe hacer saber que actúan correctamente.
Felicitar
por conseguir objetivos intermedios es muy importante para conseguir el
comportamiento principal.
A medida
que los hijos van creciendo se debe tratar de llegar a un acuerdo sobre las
normas, que satisfaga tanto a padres como a hijos, pero en el caso de que no
sea posible alcanzar un acuerdo, es fundamental señalar que siempre prevalecerá
el criterio adoptado por los padres.